Sacarse a Marcos de la cabeza no es tan sencillo como Ana se imaginaba. Borrar los últimos ocho años de sus recuerdos, olvidar el tacto de sus caricias, el sabor de sus besos, el sonido de su risa inundando la casa... Marcos sigue muy presente en su mente y Ana está dispuesta a cualquier cosa para eliminarlo y retomar las riendas de su vida. Por suerte para ella, Leo parece capaz de nublarle el juicio y de emborronar el pasado con sus juegos sexuales; lo único que Ana tiene que hacer, es dejarse llevar. (…) Y puede que el futuro no te haya deparado todo eso que anhelabas, pero quizás sea porque el destino tenía otros planes para ti. —No creo en el destino. Leo suelta una carcajada. —No te creo —asegura, retándome con la mirada—. Las personas soñadoras creen en el destino. Y, si te soy sincero, nunca he conocido a nadie que fuera tan soñador como lo eres tú.